lunes, 4 de abril de 2011

E l padre Rodolfo Fierro Torre, en su biografía sobre Domingo Savio, escribe: "¿Sabéis lo que es la grafología? Es un arte que examina la escritura de una persona y trata de adivinar, a través de ella, los sentimientos, el carácter de dicha persona. Para algunos es una especie de charlatanería. Para otros una cosa muy seria; algo casi infalible".
A cuatro grafólogos: uno de Roma, otro de Milán, otro de Parma y otro de París, se les llevó un escrito de Domingo Savio.
Ninguno sabía que se le hubiera enviado a los otros tres.
Igualmente los cuatro ignoraban de quién era aquella letra y quién fuese Domingo Savio.
Pues bien, los cuatro, variando en algunas particularidades concuerdan en ver en él estos rasgos.
Una fuerte personalidad, una alta moralidad, mucha capacidad de esfuerzo y de disciplina, un temperamento meditativo, rica fantasía. Sentimiento refinadísimo, muy afectivo y muy sensible. Pero de gran timidez.
Su profesor el padre Juan Bautista Francesia escribió de él lo siguiente: "Domingo era alto y delgado. Todos los miembros de su cuerpo estaban perfectamente formados y armonizaban exquisitamente entre sí. La frente espaciosa. La cabellera suave y no cuidada con artificios, pero limpia y arreglada.
Sus ojos plácidos, vivos, penetrantes, irradiaban como un espejo el ornamento interno del corazón. Por naturaleza hablaba poco, muy inclinado a escuchar, aunque tenía una conversación agradable y fácil".
En la clase era modesto y diligente y se ganaba fácilmente la atención y el cariño de todos.

E l día 4 de abril de l908, se abría en Turín el proceso ordinario informativo sobre la vida, virtudes, fama de santidad y milagros. El 11 de febrero de 1914 el Papa Pío X firmaba complacido el Decreto para la iniciación del proceso apostólico.
El 9 de julio de 1933 el Papa Pío XI decretaba la heroicidad de las virtudes y Domingo Savio recibía el titulo de Venerable. El próximo paso sería el de la Beatificación.
Para poder declararlo Beato se necesitaban dos milagros. Las gracias se multiplicaron por todo el mundo. De esos centenares de milagros atribuidos a Domingo Savio, se escogieron dos, que fueron examinados minuciosamente por los peritos designados. Todos sabemos lo difícil que es superar esta prueba. El llamado "abogado del diablo" hace todo lo posible para impedir que la causa siga adelante. Pero la Causa fue adelante y triunfó.
El 11 de diciembre de 1949, la Sagrada Congregación de Ritos aprobó los dos milagros presentados por el Postulador de la Causa y Domingo Savio fue declarado Beato por el Papa Pío XII el 5 de marzo de 1950.
He aquí a continuación, brevemente, como sucedieron los milagros.



PRIMER MILAGRO

Marzo de 1927. Sucedió en la provincia italiana de Salerno. El favorecido fue Albano Sabato de 7 años de edad. Enfermó gravemente y el médico Federico Palmieri llamado con urgencia, da el diagnóstico: infección visceral acompañada de complicación renal. A los siete días de enfermedad se complica: septicemia agravada con bronconeumonía bilateral y nefritis. Y más tarde una aguda afección meningea y cerebral llevan al enfermo al borde de la muerte.
Albano perdió pronto el conocimiento. Y entró en estado agónico. La ciencia médica se declara impotente. El doctor Palmieri asegura que el paciente morirá esa noche. Tan seguro estaba que hasta dejó redactado en su casa el certificado de defunción, al tener que ausentarse para hacer una operación.
Al día siguiente la gran sorpresa. El médico corre a la casa del enfermo y encuentra a Albano bueno y sano. ¿Qué había sucedido?
Habían colocado en la mesita una imagen del Venerable Domingo Savio, alumbrada con una vela. Otra imagen con una reliquia la pusieron debajo de la almohada. Invocaron la protección de Domingo con gran fe, e inmediatamente el enfermo comenzó a mejorar.
El examen ordenado comprobó la curación completa sin rastro de mal. Albano pudo continuar su vida normal y feliz.

SEGUNDO MILAGRO

Marzo de 1936. En Barcelona España, Consuelo Adelantado, de 16 años, oratoriana de las Hijas de María Auxiliadora, a consecuencias de una caída quedó con el codo fracturado ( fractura doble y dislocación ). La cosa se complicó al no acudir enseguida el médico. Cuando la ve el Dr. Pamarola el estado de la enferma había empeorado y se hacía necesaria una operación con muy pocas probabilidades de quedar completamente bien.
La noche del 22 de marzo la niña tiene un sueño. Se le aparece un sacerdote desconocido que le ordena comenzar una novena y poner toda su confianza en este santo. Le asegura, además, que el viernes siguiente estará completamente curada.
Cuando al día siguiente cuenta el sueño a las hermanas estas quisieron saber quién había sido el sacerdote del sueño. Le muestran varias fotos. Lo encuentran rápido. Había sido el sacerdote Juan Cagliero, compañero de estudios de Domingo Savio y más tarde Cardenal de la Iglesia.
La enferma comenzó enseguida la novena. Llegó el viernes 27 y el brazo no había mejorado; seguía pesado y tan hinchado como antes. A las 4 de la mañana, sin perder la fe, invoca fervorosamente al santo y ¡oh maravilla! instantáneamente sintió como si le quitaran un gran peso de encima y empezó a mover el brazo sin dolor alguno. Enciende la luz y ve con sorpresa que la hinchazón ha desaparecido y el brazo está completamente curado.
Se levanta, va a misa y cuenta a las hermanas el milagro.
Luego se sienta al piano para tocar varios ejercicios sin experimentar la menor dificultad y con una inmensa alegría. ¡Estaba curada!
Esos fueron los dos milagros examinados y aprobados para la Beatificación.

Despedida del Oratorio

Todos los meses se celebra en el oratorio el Ejercicio de la Buena Muerte. Un acto sencillo, pero muy práctico en la vida cristiana. Los muchachos de Don Bosco lo hacían con fervor sin igual.
Domingo, en el último mes que pasó en el oratorio, cuando ya Don Bosco había decidido enviarlo a su casa, hizo de este Ejercicio una verdadera preparación para una Buena Muerte.
Partió para su casa el domingo lº de marzo de 1857, por la tarde. Vino el padre a buscarlo. Empleó la mañana en arreglar sus cosas y en despedirse uno por uno de todos sus compañeros.
Al momento de partir dijo a Don Bosco:
-Ya que usted no quiere que yo deje mis huesos aquí, tendré que llevármelos a Mondonio. La molestia en Valdocco sería por poco tiempo... porque esto habría terminado rápido. Sin embargo, hágase la voluntad de Dios. Recuerde, si va a Roma, no se olvide del recado para el Papa referente a Inglaterra.
Ruegue para que yo tenga una buena muerte. Nos volveremos a ver en el cielo.
Domingo tenía fuertemente agarrada la mano de Don Bosco y estaba emocionado. El momento era conmovedor. De repente se vuelve hacia sus compañeros que lo habían acompañado hasta la puerta y alza las manos:
-Adiós, a todos! nos veremos de nuevo allá, en la casa de la felicidad, en el Paraíso...!
Y de nuevo le dice a Don Bosco:
-¡Déjeme algún recuerdo!
Dime lo que quieras, que te lo doy enseguida, le respondió Don Bosco- ¿quieres un libro?
-No, -responde Domingo-, deme algo mejor.
-¿Quieres dinero para el viaje?
-Eso precisamente, dinero para mi viaje... pero para el viaje a la eternidad.
Domingo quería una oración especial.
Don Bosco entregó a Domingo un pequeño crucifijo, de los que había traído de Roma con la bendición del Papa Pío IX y la indulgencia "in articulo mortis" (en punto de muerte).
La tristeza invadió el corazón de domingo. Sabía él que sus días estaban contados y hubiera querido morir allí, en el oratorio, acompañado por Don Bosco y por sus compañeros.
Don Francesa dijo una tarde: "Sé que Domingo al partir del oratorio se fue persuadido de que iba a morir pronto. El no acostumbraba venir a despedirse de mí las otras veces que iba a su casa. Esta vez, en cambio, vino corriendo a saludarme, como uno que se despide para siempre".

Su Primera Comunión

Su Primera Comunión

Febrero de 1853: con sus padres y hermanitos, Domingo se traslada a Mondonio. Tiene siete años y una preparación y madurez poco común.
Un día Domingo llega corriendo a su casa. Le trae una gran noticia a su madre.
-"¡Madre, el Capellán me ha dicho que puedo hacer la Primera Comunión!".
La víspera del gran día, Domingo se acerca a su madre. Le estrecha las manos entre las suyas y con timidez le dice:
-"Madre, mañana voy a hacer la Primera Comunión. Quiero pedirte perdón por todo lo que te he hecho sufrir. De ahora en adelante seré mucho mejor".
Una gruesa lágrima rodó por las mejillas de Domingo. Los ojos de Brígida también se humedecieron:
-"Tú sabes, hijo mío, -le dijo mientras le besaba en la frente- que todo ha sido perdonado.
8 de abril de 1849: el mundo católico celebra la fiesta de la Resurrección del Señor. Es el día en el que Domingo culmina sus aspiraciones: hace su Primera Comunión.
Muy temprano, vestido de fiesta, Domingo se dirige a la Iglesia parroquial de castellano nuevo.
Escribe Don Bosco en la vida del santo: "Domingo fue el primero en entrar al templo y el último en salir. Aquel día fue siempre memorable para él". Parecía un ángel. Era un ángel.
Arrodillado al pie del altar, con las manos juntas y con la mente y el corazón transportados al cielo, pronunció los propósitos que venía preparando desde hace tiempo.
"Propósitos que yo, Domingo Savio, hice el año de 1849, a los siete años de edad, el día de mi Primera Comunión":
1. "Me confesaré muy a menudo y recibiré la Sagrada Comunión siempre que el confesor me lo permita".
2. "Quiero santificar los días de fiesta".
3. "Mis amigos serán Jesús y María".
4. "Antes morir que pecar".
"Estos recuerdos, -continúa diciendo Don Bosco-, fueron la norma de todos sus actos hasta el fin de su vida".